Dicen que el mundo está hecho de buenas intenciones. Pero también se dice que de buenas intenciones está pavimentado el camino hacia el infierno. Frases que perfectamente encajan en el andar de muchas organizaciones no gubernamentales a lo largo de la historia mundial.
Se entiende que el trabajo de las ONG debería someterse a un objetivo claro y único, que es «la defensa del interés social»; entendiendo que deberían tener como soporte la «nobleza» de sus causas, así como su prestigio, credibilidad y respeto a sus valores como organización.
Pero, si no pueden sustentar estos elementos, se enfrentan a la pérdida de apoyos que les permiten continuar su labor, o caen en la desesperación de obtener dinero de cualquier sector sin importar el interés de este, menoscabando así su razón de ser. Esto ha quedado confirmado en la actualidad, en la que las ONG se enfrentan a duras crisis de credibilidad, algunas por escándalos y otras porque no ocultan sus verdaderos intereses, convirtiéndose en organizaciones espurias y cloacas de intenciones de políticos y financistas que buscan socavar Estados.
La globalización ha permitido que la crueldad y la persecución de algunas organizaciones gocen del apoyo transnacional, pues saben ocultar sus intereses verdaderos, y siempre encuentran pares con sus mismos afanes. Y esta es la realidad en El Salvador.
También hay que entender que, en los últimos tiempos, algunas ONG han sido y son presa fácil de personajes y sectores que comparten ansiedad de poder, principalmente de aquellos que manejaron los hilos de los sistemas de la sociedad.
No faltan los oportunistas que han encontrado espacios para aprovechar el despilfarro de dinero que gobiernos, organismos y organizaciones globales entregan a los que «dicen» izar banderas de lucha por derechos y justicia social.
Al final se les termina cayendo la máscara hipócrita y corrupta que portan como defensores de derechos y libertades. Son piratas expertos en el saqueo organizado y por eso crean ONG o usan las existentes, ávidas de billetes verdes.
Y en estos mismos menesteres cayeron algunos medios de prensa que languidecen por su total falta de credibilidad y ética debido a la práctica de la carnicería periodística como el nuevo sistema de supervivencia a costa de quien sea y como sea. Estos, en alianza con las ONG espurias, pretenden dominar la voluntad del pueblo y la percepción internacional.
Obviamente, el chorro de pisto les da dividendos a sus propietarios y directores, quienes caminan como pavos reales con mantos de pureza, ética y credibilidad. ¡Ja! Pobres menteros que ocultan esta verdad a sus tontos útiles con pluma y micrófono que aún creen que hacen «periodismo».
Por eso no asombran sus constantes reportajes con datos antojadizos, falsos y la tergiversación de la realidad, con lo que buscan imponer al mundo una verdad fabricada. Creen que nadie lee la rueda de caballitos que han montado para tratar de hacer daño al presidente Nayib Bukele y a su gobierno.
Sencillo: las ONG dicen recopilar datos, elaboran informes y estos son presentados en conferencia de prensa; luego, los pícaros con pluma y micrófono los retoman como notas periodísticas; y, al final, las mismas ONG retoman las publicaciones con sus mismos datos, para presentarlos en informes a organismos internacionales y solicitar audiencias. Circo.
No faltan aquellas notas de plumíferos que utilizan hechos coyunturales para levantar sus especulaciones e intentar hacer daño, según ellos, a la imagen de Nayib. Pero no está de más recordarles algo que han preferido meter en el baúl del olvido: el pueblo no les cree nada. Simple.
El pueblo salvadoreño entiende muy bien qué alimenta las ansias de seudoperiodistas y ONG que en lugar de ser «defensoras del interés social» terminaron siendo mafias, organizaciones estafadoras y corruptas.
Seguramente, «defender» los derechos, cuales sean, se convirtió en negocio jugosos de los timadores.