«Patrulla canina» calma a los viajeros en el aeropuerto de Berlín

Benny, un perro salchicha, saluda a Maya, de ocho años, hace una pirueta sobre sus patas traseras y se acurruca junto a ella.

La cara de malhumor desaparece inmediatamente del rostro de la niña y de su padre, Michael Uth, que ahora parece más relajado.

«Les permite no pensar en la espera y el estrés vinculado a las multitudes», dice este hombre de 38 años, que llegó por precaución tres horas antes con su hija y su hijo de 5 años para un vuelo a Turquía previsto para durar tres horas.

Desde el comienzo de las vacaciones de otoño en Alemania, Benny, pero también Emi, un labrador negro, y Pepper, un terrier, se han convertido en embajadores del BER para los pasajeros.

Se trata de un nuevo plan de este aeropuerto, el tercero en Alemania, que se inauguró en 2020 entre críticas.

Desde que se abrió, suma los problemas hasta el punto de ser calificado de aeropuerto «maldito» por los medios alemanes.

Su apertura se retrasó nueve años debido a repetidas dificultades técnicas y sospechas de corrupción. Su costo de unos 6.000 millones de euros (6.400 millones de dólares) fue tres veces mayor de lo esperado.

Además su apertura coincidió con la pandemia de coronavirus. Amenazado con la quiebra, tuvo que ser rescatado por los contribuyentes con una ayuda de casi 2.000 millones de euros hasta 2026.

Los pasajeros se quejan regularmente de mal funcionamiento, como enormes filas para embarcar y para recoger equipaje debido a la falta de personal.

Es el aeropuerto menos apreciado de Alemania, después del antiguo aeródromo militar de Frankfurt-Hahn, según una encuesta de la empresa de gestión de siniestros AirHelp.

Operaciones «muy estables»
Aunque tuvo un comienzo difícil, las operaciones ahora son «muy estables», con casi 20 millones de pasajeros el año pasado, apunta el portavoz del aeropuerto, Jan-Peter Haack.

También destaca innovaciones como las máquinas de autoservicio de facturación y entrega de equipaje.

Si embargo, en los días de más tráfico, hay tensión y por eso surgió la idea de la patrulla canina, inspirada en el aeropuerto internacional de Los Ángeles.

«Los perros solo se acercan a las personas que son realmente receptivas, a nadie se le obliga», asegura Haack.

Para Elisabeth Tornow, de 69 años, el embarque siempre es un calvario. «Ya no soy joven y tienes que subir las escaleras y empujar para encontrar tu asiento», dice esta jubilada. «La presencia de un perro te calma», dice, jugando con Pepper.

Ese día, Jörg Utech, de la asociación de perros de terapia de Brandeburgo, es el voluntario que acompaña a los animales.

Este informático jubilado de 63 años explica que vio perros ayudando por primera vez hace cinco años, cuando su esposa se moría de cáncer en una residencia de ancianos.

Desde entonces, ha visto a los animales ayudar a los ancianos, a los niños con problemas para concentrarse en la escuela o calmando a los viajeros aéreos ansiosos.

Las patrullas requieren un tipo particular de animal. «Deben tener un temperamento tranquilo, pero también que les guste jugar», explica.

«Sin embargo, hay que tener cuidado de no dejarlos salir más de una hora, porque es mucho trabajo para un perro. Y si uno de ellos tiene un mal día y nos demuestra que no está contento, paramos de inmediato», afirma.

Según Utech, los niños que gritan siguen siendo el mayor desafío. Durante su primera intervención, un niño no quería sentarse en su cochecito. «Mi colega llegó de inmediato con Pepper, que bailó para recibir un regalo, terminó la crisis [del niño] y pudieron comenzar las vacaciones».

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