Por Nelson Flores, especialista en Administración Pública,
graduado de la Universidad de Nuevo México, EE.UU.
Consultor de Cooperación Internacional.
EL SALVADOR.- Todos los que estuvimos en la secundaria o en la educación media, nos era casi de manera obligatoria leer uno de los libros más hermosos de la literatura universal, la Ilíada, una epopeya del género épico, atribuida al autor griego Homero.
Esta epopeya literaria destaca las luchas de grandes guerreros como: Héctor, príncipe de Troya y domador de caballos, a Aquiles invencible héroe de mil batallas, ahí se narra cómo Paris, príncipe de Troya, rapta a la hermosa Helena, esposa del rey Menelao de Esparta; este acto da inicio a una de las más grandes guerras del mundo antiguo.
Menelao con la ayuda de su hermano Agamenón, rey de Grecia, deciden ir en busca de Helena a las tierras de Troya cruzando los mares, la obra relata toda la guerra entre Troya y Grecia enardecida por la fuga de Helena y Paris y la furia de los reyes Menelao y Agamenón quienes establecen su campamento frente a las grandes murallas de Troya, gobernada por el rey Príamo hombre sabio y prudente, padre de Héctor y París, ahí se da lugar a una de las más grandes peleas de la historia donde Aquiles enfrenta al Príncipe Héctor en un fuerte combate donde muere el Héroe troyano Héctor, y después la muralla de Troya sucumbe por el ingenio de Odiseo de construir un caballo de madera que se lo ofrecen como regalo a los troyanos para ofrenda a los dioses.
Los troyanos caen en la trampa, permiten el ingreso del caballo de madera, que en su interior llevaba todo un ejército, con esa estrategia Troya es tomada y luego incendiada, por los guerreros aqueos. La Ilíada es una de las obras clásicas por excelencia fuente inagotable de poemas, novelas, canciones y llevada al cine en varias ocasiones por grandes cineastas. Esta obra recoge algunos temas que se replican en la historia y aún hasta el día de hoy, como son las pasiones humanas, las envidias, los pensamientos positivos como el honor, la lealtad frente a las emociones, la codicia, la venganza, la traición y la desesperación por ganar poder.
La lección que nos da el caballo de Troya, es que ahí se expresa, la argucia o engaño, una persona que aparenta ser amigo, pero en realidad es un enemigo, es decir, una estratagema para conseguir beneficios a través de un engaño. A veces las miradas cortoplacistas de instituciones o de organizaciones políticas han permitido el caballo de Troya, poniendo en juego la estabilidad, tratando de minar y destruir desde sus adentros a la misma organización que los abraza, y esto sucede también con funcionarios de gobierno que cuando ya acceden al poder cambian sus posturas y discursos y se olvidan del pueblo que los eligió.
Los «caballos de Troya» en la política son los que utilizan una estrategia divisionista desde adentro, porque desean participar en el reparto de recursos y el poder. La ética en la política siempre busca una actuación transparente en las funciones públicas, por eso esta expresión «caballo de Troya» se usa para referirse al hecho de colocar subrepticiamente de modo oculto las intenciones de grupos o individuos que pretenden desde adentro socavar con las organizaciones y que puede ser un vehículo para la destrucción.
