Durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis en contubernio con los fascistas franceses, polacos, rumanos, checos, ucranianos y otros cometieron toda clase de actos de barbarie y crímenes de guerra contra las poblaciones civiles de los países y territorios que ocuparon con la expansión del Tercer Reich. Uno de los casos más emblemáticos y condenables fue la matanza de la población de Lídice, en la República Checa.
Después del atentado cometido por patriotas checos en el que perdió la vida el llamado carnicero de Praga, Reinhard Heydrich, gobernador nazi en la región, Adolf Hitler personalmente ordenó una venganza ejemplar en contra de los terroristas checos. Heinrich Himmler, jefe de las SS, ordenó la ejecución inmediata de alrededor de 350 hombres, habitantes de dicha localidad, como represalia y castigo; se deportaron a todas las mujeres, niños y ancianos a un campo de concentración donde fueron asesinados; finalmente, ordenó la destrucción total e incendio del pueblo entero. Cualquier semejanza con la situación actual en la Franja de Gaza es mera coincidencia.
Estos actos de barbarie, después de concluida la guerra, dieron paso a las Convenciones de Ginebra de 1948, mediante las cuales se intentó reglamentar las guerras. En especial destaca el IV Convenio de Ginebra que expresamente regula las condiciones humanitarias que deben observar las potencias que militarmente ocupan un territorio en favor de las poblaciones civiles que viven la propia ocupación militar. Cabe destacar que el Estado de Israel ratificó tales convenciones, por lo que está obligado a observarlas y cumplirlas plenamente.
A continuación se mencionan algunas de las prohibiciones que establece dicho instrumento, cuya violación constituyen crímenes de guerra: castigos colectivos, desplazamiento forzado de la población civil, deportaciones de civiles, detenciones arbitrarias y sin juicios, confiscación de tierras y casas, discriminación por raza u origen, bombardeo a campos de refugiados, bombardeo a hospitales, bombardeo a escuelas, castigos colectivos como privar de agua y energía eléctrica a la población civil, masacrar a la población civil desarmada con el objetivo real de realizar un genocidio para la limpieza étnica.
Israel ocupó militarmente Cisjordania y la Franja de Gaza en 1967, desde entonces, el Ejército israelí diariamente comete abiertas violaciones a estas prohibiciones de la IV Convención de Ginebra y, por tanto, incurre en crímenes de guerra contra la población civil palestina en esos territorios.
Es común que cuando los jóvenes palestinos lanzan piedras contra los tanques israelíes, los militares destruyen sus casas en represalia y como castigo colectivo. De manera cotidiana Israel confisca la tierra palestina y en ella construye nuevos asentamientos para sus fanáticos colonos.
Estados Unidos otorga anualmente a Israel entre cinco y seis mil millones de dólares en ayuda militar y de otro tipo. Con parte de ese dinero se construyen dichos asentamientos israelíes, condenados de forma reiterada por la ONU. Todo lo anterior nos lleva indefectiblemente a concluir que durante 56 años el Estado de Israel ha sido un contumaz violador de las provisiones de este instrumento internacional o, en otras palabras, a lo largo de esos años los sucesivos gobernantes y el Ejército israelí son verdaderos criminales de guerra.
