En el Istmo de Tehuantepec, una estrecha porción del territorio mexicano donde 300 kilómetros separan al Pacífico del Atlántico, se construye un corredor interoceánico como alternativa al Canal de Panamá, lo cual genera expectativas económicas, pero también polémica.
El proyecto, visualizado por el conquistador español Hernán Cortés en el siglo 16 y perseguido por México desde hace casi un siglo, se desarrolla en una región de numerosos pueblos indígenas ancestrales y amplia riqueza cultural.
La obra, que promete complementar al Canal de Panamá, cabalga sobre la popularidad del presidente mexicano, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, cuyo gobierno ha invertido $2,850 millones en trenes de carga y turismo para unir dos remozados puertos.
El corredor podría sumar entre 3 y 5 puntos porcentuales al PIB mexicano, según el Ejecutivo.
Las opiniones están divididas entre quienes esperan que atraiga inversiones y aumente el consumo y aquellos que temen facilite la actividad del crimen organizado, además de generar serio impacto social y ambiental.
«¡Es un proyecto que es magnífico!», dice Angélica González, una artesana de 42 años en Ciudad Ixtepec (Oaxaca, sur), una de las paradas del tren que conecta los puertos de Salina Cruz, en el Pacífico, con el de Coatzacoalcos, en la costa Atlántica (Veracruz, este).
González tenía cinco años cuando viajó por última vez en el tren de pasajeros, que luego desapareció dejando activo solo el de carga.
Se ilusiona con venderles a futuros turistas las prendas tradicionales que borda con ganchillo.
En septiembre, López Obrador festejó el regreso de los trenes de pasajeros a la zona, viajando en el ferrocarril entre vítores de pobladores.