Por Ernesto Sanabria, secretario de Prensa de la Presidencia
EL SALVADOR.- El presidente de la pipa de la paz huyó al verse descubierto de toda la corrupción de su gobierno. La privatización de la banca, el tráfico de su droguería con el sistema de salud, y el negocio de los “acuerdos” con sus compinches rojos le dejó las arcas rebalsando de dinero.
Y todo lo ocultó con el manto de “pacificador”, mientras escribía el manual de ladronismo que dejó no solo para sus sucesores tricolores, sino también para los efemelenistas que coronaron el descaro desde su primera administración.
¡Quién no recuerda la publicidad de una empresa telefónica con el personaje de guayabera blanca relajado al lado de una piscina, rodeado de amantes, habano en boca y whisky en mano! ¡Quién no recuerda al mandatario rojo que se dormía en la silla, contando “kilovatios de agua”, mientras sus grupos de poder desfalcaban las arca del Estado!
Ese fue la realidad de El Salvador desde 1989 hasta mayo de 2019, en la que el poder fáctico utilizó el cartel de presidentes para hacer bestialidades, por medio de un sistema de bipartidismo en el que sirvieron banquetes suculentos en mesas compuestas de títeres provenientes de gremiales empresariales y académicas, fundaciones, ongs, religiones y medios de comunicación.
Un sistema en el que la sociedad fue tratada como ganado “pastando en basureros”, en el que la salud, la educación y la economía de la nación nunca fueron prioridad. La teoría del rebalse y el socialismo fueron las farsas más grandes acuerpadas por “países amigos” y arropadas por el periodismo sobalevas, ese que aún actúa en promiscuidad de sus letras y que no es capaz de reconocer su activismo, o se resiste a aceptar sus equivocaciones calculadas.
El pueblo no solo quebró ese sistema nefasto, también derrotó el servilismo del periodismo activista. Supongo que no se han dado cuenta de eso, o se hacen…
En febrero pasado, los salvadoreños decidieron continuar en la ruta del cambio que inició el 1 de junio de 2019. Y los cimientos de un nuevo sistema democrático siguen siendo colocados con mucha inteligencia.
Obviamente, los supervivientes a la hecatombe electoral continuarán oponiéndose a todo, con el estómago revuelto y los nervios crispados. Han demostrado que, a pesar de los resultados adversos de sus partidos políticos, mantienen la misma agenda que los llevó a ser repudiados por el pueblo.
Prueba de ello fue la reciente oposición a las reformas al Instituto Salvadoreño del Seguro Social y a la creación de la ley de especialidades médicas que benefician a los usuarios del sistema y a los verdaderos profesionales de la salud. Les duele hasta la médula que su tan querido y protegido Colegio Médico no podrá seguir teniendo incidencia negativa en decisiones tan importantes para el bienestar del pueblo.
Y es que los salvadoreños deben entender que esta gremial jamás se preocupó por la salud de los pacientes. Su rol fue y es político partidario, y es por eso que areneros, efemelenistas y diputados novatos sin brújula han puesto el grito en el cielo. Para muestra, en febrero pasado, el representante de este colegio se opuso a la compra de insumos médicos para atender a los usuarios del ISSS. ¿Qué piensan los salvadoreños de esta acción?
El Colegio Médico nunca fue representativo de todo el personal de salud, y hablo de los más de 111 mil profesionales, entre los que se encuentran más de 22 mil 800 médicos. Tuvo décadas para convencer a todos los titulados de medicina de la importancia de estar afiliados a él. ¿Cuál es la lectura de que son menos de 2 mil 500 médicos los afiliados?, ¿por qué 20 mil 300 nunca lo hicieron? La respuesta es fácil.
Por eso me uno a los aplausos a los diputados que dieron sus votos para estas reformas que solicitaron los mismos profesionales de la medicina, porque demuestran una vez más que son legisladores en favor del pueblo.
Sé que aún hay mucho por hacer para llevar a nuestro país a otro peldaño de desarrollo social y económico, pero vamos en el camino correcto, avanzamos con paso firme y sólido, y estoy seguro de que el pueblo lo agradecerá eternamente.
Son cambios necesarios y urgentes para beneficio de la sociedad, aunque sean detestables para los políticos tradicionales, sus gremiales, sus religiosos y sus plumíferos.
¡El Salvador avanza!
